sábado, 18 de junio de 2016

Lo Candente

Generalmente me impongo la presión de opinar sobre el suceso del momento. Sin embargo, en caso de animarme debo a su vez hacerlo rápido, lo que por lo general me bloquea el discurso y me hace dudar sobre mi capacidad de escribir algo más o menos coherente. El vertiginoso flujo de información y las opiniones de los más destacados comentaristas y los más informados militantes hace que uno sienta que se sienta muy atrás. Raramente se puede poner pausa y pensar. Solo se escupen visiones de lo ocurrido, la mayoría de las veces desde la bronca o la pasión. Y esto ocurre con todo, porque el minuto a minuto demanda, los tuits se acumulan y debes estar preparado para el Intratables de la noche. Saber cuál es el tema candente.

Parece entonces que el tratamiento que se le da a las noticias, y ni hablar al hecho real (separando la realidad de su construcción a través de los medios) es efímero y oportunista, y mezcla los grandes debates con las individualidades más inoportunas. Por ejemplo, este tal López y sus millones enterrados vienen a justificar las razones que los anti-k volcaron con sus votos en un Cambiemos. ¡Y es tan simple! Se toma el caso puntual y se lo generaliza, se lo considera característico del resto de miles de personas que han apoyado o siguen apoyando “el modelo”, como si el pibe veiteañero militante de la Cámpora en Ramos Mejía, que iba todos los sábados a servirle un pan con manteca a los chiquilines del comedor, bancara ese tipo de atropellos en monasterios, amén.

Entonces, cuando escucho (o mejor dicho, leo) cosas por el estilo, es decir, generalizaciones falaces, me pongo en modo Fantino y digo “para para para para…”. Y trato de pensar, lo cual me deja afuera del mercado de los posteos fugaces. Le doy así mucha vuelta a un asunto que otros solucionan muy sencillamente, levantando una bandera u otra y poniéndose de un bando o del otro cual hincha fanático de su equipo de fútbol, que espera cualquier noticia, la más mínima información, el rumor más absurdo, el mensajito en el celular del Pollo Vignolo que diga algo de interés sobre su club y la próxima fecha, aunque luego se demuestre la falsedad de tal dato. Así es como hoy un Brancatelli parece tirar por borda toda su ideología (independientemente de lo que yo o vos o cualquiera opine sobre ella) cuando en realidad lo que debería hacer es estar enojado con los pocos (en términos relativos: pocos. En términos absolutos lo dudo) que han usufructuado por esa ideología. El caso de López, o Lázaro Báez, por ejemplo. Branca: no está mal si esta última noticia te indigna, porque una cosa es un ideal (discutible, por supuesto) y otra y muy distinta son sus supuestos constructores. Es como que pongamos en duda el plan “Pobreza Cero” de Mauricio, desde un punto de vista ético o utópico. ¿Quién puede estar en contra de tal idea? ¿Quién? Que levante la mano, por favor. 


(Aclaración: se entiende que, en este caso como en tantos otros, la propaganda PRO ha mentido descaradamente, y hoy sabemos que la promesa no se cumplirá, dato confirmado por Marcos Peña. Así, la máxima indignación se debe a que se podría haber evitado el acceso de Macri al poder si se hubiera votado inteligentemente, pues sabíamos que nos mentía desde un principio). 


La mayoría comenta y pasa a otra cosa, es decir, mañana se olvida de López, de lo que realmente es y representa López (el sujeto corrompido por el dinero y el poder que emana del sistema político y económico), como se ha olvidado de centenares de otros casos. Pero estos casos van siendo colocados en una misma bolsa o, utilizando una metáfora más acertada, se pegan todos juntos como en una gran bola de plastilina la cual se guarda en el bolsillo. Luego, si uno no recuerda qué opinaba de tal colectivo o tal partidismo, no tiene más que volver a sacar esa gran pelota pegajosa para decir “Aaah cierto. Esto era. Así era”, y seguir escupiéndola o llenándola de moco para conformar así una opinión amorfa y simplista de las individualidades que conforman un colectivo. Como si fuesen comparables un peronista de 50 años con uno de 20, un justicialista de Salta con uno de Neuquén, un oyente de Dolina con un televidente de 678, un keynesiano con un admirador de los Montoneros. No son lo mismo. Es decir, López y el pibe militante de Ramos Mejía no son lo mismo. Y es, luego de pensarlo un rato, una característica crucial que los diferencia: uno es corrupto y el otro no. Seguramente haya muchas, muchísimas, otra más.

¿No es esta la grieta que tenemos que cerrar? ¿No es este el motivo por el que los argentinos nos debemos unir? ¿No es la lucha contra la corrupción, esté donde esté, venga de donde venga, la que se debe librar ante todo? Entonces, si la respuesta a esas cuestiones son afirmativas, que debemos combatir tal situación, ya no importa, de momento, qué remera lleves. Porque si sos kircherista no podrías perdonar tal característica en ningún funcionario, y si fueras anti-kircherista no habrías votado a un tipo que es corrupto desde el vamos. Es decir, los unos no defenderían lo indefendible, y los otros no justificarían lo injustificable. Y por supuesto, cuando vieras pasar a otro argentino usando la camiseta del equipo contrario, no tendrías el impulso de gritarle “¡chorrrrro, ustedes se robaron todo!”, porque ese “ustedes” homogéneo no existe. Lo más probable es que ese pibe militante no haya visto ni un peso de los enterrados en el pozo, y haya pasado frío muchas mañanas sirviendo panes con manteca en algún comedor de Ramos Mejía mientras otros la robaban en pala.

Todo este texto se podría haber sustituido con un post acorde a las nuevas formas de comunicación, que no permiten parar la pelota y pensar. El tuit podría haber dicho: “No generalicemos. Cárcel a los corruptos, estén donde estén”, pero ya es tarde para opinar del tema y debemos pasar a otro, más candente.