viernes, 5 de agosto de 2016

Vamo' a calmarno'

Nadie se quejaba cuando todos los nenes jugaban al tiki-taka en los recreos, ni cuando se gastaba bocha de guita en figuritas, como bien nos recuerda Casciari y la historia de su tarántula. 
Dejen a los pibes y no tan pibes jugar a Pokémon GO y ya. Cada uno gasta la vida como le piace.
¿O hay algo mejor que hacer?
¿O acaso leer a Umberto Eco es mejor?




Vamo’ a calmarno’

Es interesante como la indignación crece en la medida que crece una moda que, para ciertos ojos, es estúpida y poco útil, mientras que para otros viene a colmar un vacío que antes se llenaba con otra actividad un poco menos interesante que cazar pokémones, como jugar al Candy Crush encovardo frente a una tablet, o stalkear hasta el origen de los tiempos todas las redes sociales habidas y por haber. Lo efímero de ellas queda fuera de toda discusión. De hecho, a pocos les importa esta característica que, sea o no la nueva tendencia una buena práctica, resulta tan verdadera y deprimente como que Charmeleon evoluciona de Charmander.

Pero sea o no una moda que durará años o se desvanecerá en pocos días, es curioso cómo reaccionan de un lado y del otro. Casi paralelamente al mercado del “si”, de las avalanchas del consumo desmedido de un nuevo trending topic, de ese producto raro, innovador, fuera de lo común que mejorará tu vida y te ayudará a alcanzar la tan ansiada felicidad (bueno, no), aparece por oposición, por esa necesidad de referenciarse y de polarizarse, típica del ser humano, el mercado del “no”. Así nos dividen (nos dividimos) en antis y pros, levantando con orgullo el escudo en defensa de la moda o la anti-moda. Y lo dice un tipo que por lo general se ubica, no en contra, sino al lado del camino. O al menos trata: nunca lo encontré a Fito por estos lares y ya estoy bajando unos capítulos de Stranger Things.
Las noticias invaden los medios. Algunos festejan. Otros se odian. “¿A qué ha llegado la humanidad?”, se preguntan los desertores. “Que estupidizada que vienen estas nuevas generaciones” dicen los Arroyos. Porque, claro, el ser humano siempre ha sido un faro de inteligencia en el cosmos, característica hoy amenazada por Pikachus que vienen a freírnos el cerebro y distraernos de lo que realmente importa. Porque lo que realmente importa para estas otras personas, para los anti, son cosas como… ¿cómo qué? ¿Cómo el cultivo de una mente crítica y comprometida con la comunidad y el entorno en donde se desenvuelve, que con sus aportes generará un ambiente más propicio para el desarrollo holístico, metafísico, intelectual, espiritual y terrenal del hombre? ¿O como el fútbol, por ejemplo, moda ya conocida y testeada? Estar persiguiendo pokémones por la calle, ¿en que difiere de estar sentado en el sillón viendo programas de chimentos? ¿Cuál es la generación más estupidizada? Al menos la realidad aumentada nos hace caminar.



Realidad

La clave está en la palabra “realidad”.

Tal vez nos hemos encargado de estropearla tanto, esa realidad compartida, esa realidad objetiva, absoluta y de difícil comprobación, que es necesario un escape con forma de bicho raro a través de una pantalla de celular. O a través de doctos párrafos y profundas prosas en forma de libros y de historias de fantasías, contadas por un Casciari o un Umberto Eco.
Parece ser que cualquier evasión a “lo real” es adoptada con grata satisfacción y convertida en una vía de escape a la tortuosa condición humana, para enriquecer una existencia que parece mal acabada e insuficiente. Por eso algunos de nosotros persiguen monstruitos que no existen físicamente, mientras que otros persiguen ángeles y revelaciones, o goles que tampoco existen en lo concreto, en lo tangible. Los menos, siendo presos de una pródiga imaginación, van a darse de geta contra molinos de viento.

¿Qué es la realidad? ¿Qué realidad importa más? 
¿Qué pasatiempo es más útil? ¿Qué es perder el tiempo?
¿Qué es el tiempo?

¿No será que la intromisión de una nueva realidad pone en jaque la realidad ya pactada, y al hacer tambalear esta última, quienes vivían en ella salen con palos y antorchas a la caza del nuevo paradigma? ¿No será que las distracciones conocidas son mejores solo porque son conocidas, y sus antiguos consumidores necesitan reforzarlas para no hallarse tan patéticos frente a los otros, así como ellos ven a los jóvenes que buscan animalitos que solo existen a través de las pantallas de celulares ajenos?

Vamo’ a calmarno’.

Ojo, tampoco quiero que se me confunda con un paladín del Pokémon GO, o con un profeta de Ash Ketchum. No soy un adepto del jueguito nuevo. De hecho ni lo descargue, ni pienso hacerlo. Primero, porque el celular que poseo no se lo bancaría. Segundo, porque prefiero leerme un buen libro a andar tirando pokebolas virtuales. 
Me gusta viajar. Me gusta escribir. Me gusta Casciari porque está de moda.
Que no se me malinterprete.
Por último está el noble luchador, creyente en una humanidad más humanitaria, más despierta y crítica, que no puede comprender como una persona se emboba con un juguete, sea este genial o no, en vez de “hacer algo con la vida”. Ese algo sería recordar la historia, empoderarse, revelarse ante el poder, ser conscientes de lo que ocurre, de que los ricos nos siguen robando y que los destacados nos siguen idiotizando a través de todas las pantallas disponibles. Comprendo los argumentos de esas personas, pero no creo que vayan a superar el escalón en el que siempre se encontrarán, no por culpa de ellos sino por culpa de quienes los rodean. Estoy hablando del estadío de decepción constante, el lugar de quien se da cuenta de que la marcha inalterable del rebaño nos llevará hacia el abismo. No guardes tantas esperanzas, amigo mío. Los únicos que evolucionarán en este mundo serán los Bulbasaurs.

Quien era crítico antes, lo seguirá siendo después de esta nueva aplicación. Quien tenía un pasatiempo que le gustaba, quien tenía una pasión que lo inspiraba a vivir, no la dejará por el advenimiento de los Articunos.
De la misma manera, a aquel que antes le importaba poco y nada que un niño del mundo muera de hambre cada quince segundos, poco le importará ahora, haya descargado o no Pokémon GO. En definitiva, los espacios deben ser llenados con algo más que una existencia inanimada, porque somos bichos raros y poco saciados, y no parece ser más realizador hacer zapping entre el 3 y el 16, que vivir en una realidad de fantasía como la de los libros más sublimes o los pokémones más difíciles de cazar.